Los que acompañan


Las lecturas que hacemos en el Hospital Materno Infantil están dirigidas, como es natural, a los niños hospitalizados. Ellos son los destinatarios principales de los textos que leemos, pero no son los únicos. A menudo participan hermanos, primos, amigos… que casualmente se encuentran allí de visita. Y también los familiares que los acompañan durante los días que están internados. Madres, padres, abuelos, tíos… hacen más soportable el tiempo de hospitalización. Son las madres, especialmente, las que están más presentes. El cuidado por parte del personal sanitario es impecable y lleno de atenciones, pero hay momentos en los que solo una madre o un padre pueden consolar de veras a un niño enfermo. Hoy mi recuerdo es para esas madres y esos padres que con paciencia y esperanza afrontan la enfermedad de sus hijos, sobre todo cuando es prolongada o crónica. 
En la mayoría de las ocasiones ellos están presentes en las lecturas y de una forma discreta o decidida intervienen, a veces con más vehemencia que sus propios hijos. Para nosotros, leer en voz alta a los niños es un acto de entrega y amor que alivia sus horas en el hospital. Pero también lo es para las familias, que ven cómo sus hijos reaccionan con alegría ante los libros. Las palabras de los libros hacen hablar tanto a los que leen como a los que escuchan y los familiares participan en esas conversaciones de un modo directo. Una habitación o cualquier sala donde realicemos las lecturas son espacios idóneos para establecer lazos afectivos. Sabemos la importancia que tiene la familia en la formación de un lector y pocas veces vamos a encontrarnos en mejores condiciones para que  el diálogo entre la familia y un niño se produzca en torno a un libro. En esas ocasiones se habla de asuntos muy diversos, se rememoran experiencias, se establecen semejanzas con vidas ajenas, se manifiestan emociones, se producen momentos en los que el intercambio de las palabras hace que el padecimiento propio del lugar se mitigue o se olvide. 
Tengo muchos recuerdos de las lecturas en la sección de Oncología Pediátrica, pero quiero destacar de entre ellos el de Cristina cuando, tras una tarde de lecturas las dos solas en su habitación e impresionada por Frederick de Leo Lionni, al incorporarse su madre que había estado fuera un rato, le manifestó cuánto le había gustado la hermosa historia del ratón que amaba la poesía. Era tal su entusiasmo que quiso que yo lo volviera a leer, pero le contesté que ella podía hacerlo y vi cómo una hermosa adolescente, en un principio tímida y luego decidida, imitaba mi tono y mis cadencias para leer a su madre una historia que sé que nunca olvidó.

            – Qué bien lees, Cristina- dijo su madre. Y ella le respondió:

– Lo hago como Andrea. ¿Te gusta?
– Sí, mucho, tú eres como Frederick.
Otra tarde, su padre, atento a la lectura que hacía yo de un poema de Antonio Machado, confesó el amor que sentía por su obra y nos recitó a Cristina y a mí dos poemas del poeta sevillano. Le regalé a Cristina una copia en papel del poema y ella lo colgó en la habitación de su casa cuando le dieron el alta en aquella ocasión. Supongo que allí seguirá para que sus padres, que no olvidan a su hija, recuerden cómo las lecturas la acompañaron y la hicieron feliz durante muchas tardes. El ratón que guardaba palabras, emociones y colores para los días crudos del invierno permanece en mi memoria ligado para siempre a Cristina y a sus padres, atentos y emocionados. 
Andrea

2 opiniones sobre “Los que acompañan

  • Muchas gracias, estimada madre, por compartir y alabar el testimonio de nuestras lecturas en el Hospital Materno Infantil. Es posible que nos conociésemos en algún momento cuando estuve como profesora en el instituto de Alcalá la Real.

    Un saludo afectuoso. Andrea.

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